En busca del tiempo perdido

 







En 2011, viajé a Madrid a estudiar gracias a una beca. Fue una decisión difícil ya que la satisfacción del premio se mezclaba con la incertidumbre de lo que significaría para mí separarme de mi pequeño hijo por un tiempo prolongado. 
Durante mi estadía, me contaron por mail como iba descubriendo el mundo, a través de fotos y vía Skype podía verlo crecer. Sin embargo, y a pesar del contacto fluido, fui comprendiendo que muchas cosas de ese momento de su vida serían para mí irrecuperables. De esta experiencia surgió este proyecto, que he llamado En busca del tiempo perdido, como la obra de Proust con la que me encontré por casualidad luego de una mudanza en Madrid. 
El trabajo comprende varias acciones que fui documentando en fotos y vídeos. La primera, fue tomar el libro y dividirlo en 31 fragmentos, como los días que componen un mes, para enviármelo por correo postal a la Argentina. Los sobres eran depositados en el buzón de la esquina de mi casa en Madrid y viajaban hasta mi casa en Córdoba (Argentina). Las cartas llegaban desordenadas, varias estropeadas y otras con mucho retraso. La intención fue, a mi regreso, reconstruir la historia, una empresa que pese a los intentos resultaba imposible porque el tiempo ya había pasado.

En busca del tiempo perdido